Overblog
Edit post Seguir este blog Administration + Create my blog

 

Cuenta una vieja leyenda que en un lugar muy lejano del antiguo Egipto, vivía un alfarero. Astir, que así se llamaba, amaba tanto sus creaciones de barro que ponía todo su empeño para darles belleza y utilidad. Cada pieza de cerámica era como su hijo al cuál transmitía todo su cariño y su amor.

 

Un día pasó por allí un gran visir de la cuidad de Delfos, que al ver las preciosas artesanías en la puerta de Astir, ordenó parar y bajó de su camello para contemplarlas de cerca. El visir deseó conocer al hombre cuyas manos hacían aquellas hermosas piezas de barro y pensó que su mujer se llenaría de alegría al obsequiarla con alguna de ellas.

 

El alfarero Astir era muy humilde y atendió al visir con gran amabilidad.

 

Pasaron los meses y dio la casualidad de que el mismo Faraón de Egipto viajó a Delfos y fue atendido por el visir de la cuidad, quien le invitó a cenar en su propia casa, orgulloso de poder servir a su Señor. La mujer del Faraón se interesó por aquellas piezas de cerámica tan hermosas y pidió a su esposo poder disponer en palacio de vasijas como aquellas.

 

El visir le explicó cómo las conoció y lo amable que fue aquel alfarero. El Faraón ordenó a sus soldados buscarle y llevarle a palacio, donde le ordenó trabajar para él. Astir aceptó con resignación, y trabajaba día y noche para intentar complacer al Faraón. Pero, muy a su pesar, con aquella rapidez y bajo aquella presión todas sus piezas salían defectuosas, no podía sentir en sus manos el cariño con el que las hacía antaño y transmitirles la intención de utilidad y belleza a cada una de ellas.

 

El Faraón estaba cada vez más enfadado y, hostigado por su mujer que deseaba lucir en su menaje aquellas cerámicas, ordenó destruir todas las piezas y dejó marchar a Astir, que regresó de nuevo a su pequeño pueblecito.

 

Uno de los niños de los criados del Faraón, se conmovió al ver la tristeza del alfarero y recogió una vasija destrozada, e intentó arreglarla lo mejor que supo, pero sus manos no consiguieron darle la forma que precisaba para ser hermosa y útil.

 

De regreso a su pueblo, Astir, muy triste y deprimido por no haber podido complacer al Faraón, se prometió que sus manos no tocarían jamás el barro y que nunca volvería a crear ninguna cerámica.

 

Pasaron los años y el niño creció y se convirtió en un joven cuyo mayor deseo era ser alfarero. En su habitación guardaba aquella vasija defectuosa que intentó arreglar y recordaba a aquel alfarero que el Faraón ordenó marchar de palacio. Pidió la bendición de sus padres y partió en su búsqueda, anhelando aprender a ser un gran alfarero.

 

Cuando llegó al pequeño pueblecito preguntó por Astir, el alfarero y muchos de sus vecinos le aseguraron entristecidos que desde que volvió del palacio del Faraón, se prometió que sus manos no tocarían jamás el barro, y ahora se ha convertido en un anciano triste, cabizbajo y refunfuñón.

 

El joven buscó su casa y se acercó a él. Sin hablar, sacó de su zurrón la vieja y rota vasija que intentó arreglar. El anciano Astir, la reconoció al instante, la tomó entre sus manos y sus ojos se humedecieron. Miró al joven, la dejó con cuidado encima de la mesa y sin mediar palabra, desenterró su viejo torno, escondido en algún lugar de la casa.

 

El muchacho le sonrió y sacó barro de su zurrón. Aquella tarde, Astir arregló aquella vasija, poniendo barro encima de sus grietas imperfectas, buscando su forma más hermosa y tapando sus agujeros para darle una buena utilidad. El joven miraba y aprendía ilusionado. Le dijo que deseaba ser alfarero y que sólo él, podía enseñarle porque era el mejor alfarero de todo Egipto.

 

Astir accedió porque comprendió que había dejado de hacer aquello que más le gustaba y eso le había hecho muy infeliz. El joven y él fabricaron las mejores piezas de cerámicas que jamás se habían fabricado y decidieron presentarlas al Faraón como presente.

 

El Faraón agradecido, les regaló unas tierras donde el barro era muy abundante y les permitió crear allí una escuela de alfarería.

 

Y así, de generación en generación, se fueron pasando el verdadero secreto de la creación de aquellas hermosas piezas: el amor que ponía el alfarero en hacerla lo mejor que sabía. Y el joven se convirtió en un hombre respetado y sabio, que guardó el recuerdo de las enseñanzas de Astir dentro de su corazón.

 

En el taller hay un gran letrero para que todos puedan leerlo bien con la siguiente frase:

 

busca LO QUE MÁS TE GUSTE, Y hazlo LO MEJOR QUE SEPAS Y PUEDAS.”

VASIJA VIEJA
Tag(s) : #RELATO BREVE
Compartir este post
Repost0
Para estar informado de los últimos artículos, suscríbase: